Los desórdenes alimenticios actualmente afectan a millones de personas. Los padecen tanto los hombres como las mujeres, aunque ocurren con más frecuencia en las mujeres; y suelen empezar en la adolescencia, aunque a veces se desarrollan más adelante o durante la infancia. Para que te hagas una idea más exacta de la magnitud del problema, te damos algunas estadísticas (aunque los datos pertenecen a Estados Unidos, el problema trasciende las fronteras y afecta a las personas de todos los países):
Unos 25 millones de personas de todas las edades y géneros sufren (en Estados Unidos), algún tipo de trastorno alimenticio.
Solamente 1 de cada 10 hombres y mujeres que los padecen reciben tratamiento en un lugar especializado en atender este tipo de condiciones.
Alrededor del 50% de las personas afectadas también sufre de depresión.
La tasa de mortalidad entre las personas con trastornos alimenticios es mayor que la de cualquier otra enfermedad mental.
La anorexia nerviosa es la tercera enfermedad crónica más común entre las adolescentes.
Los hombres son más propensos a no buscar tratamiento para los trastornos alimenticios por la percepción errónea de que se trata de “enfermedades de las mujeres”.
Las atletas femeninas en deportes en los que la estética juega un papel importante (gimnasia y patinaje artístico, por ejemplo) así como las bailarinas de ballet, se encuentran entre los grupos de mayor riesgo de sufrir trastornos alimenticios.
Al comparar los perfiles psicológicos de este tipo de atleta con los de personas con anorexia nerviosa se encuentran estas características en común: perfeccionismo, grandes expectativas y exigencias de sí mismos(as), competitividad, hiperactividad, tendencia a la depresión, tendencia a caer en rutinas repetitivas, distorsión de la imagen corporal, preocupación excesiva con la dieta y el peso, entre otros.
Como te habrás dado cuenta, este tipo de trastorno está más difundido de lo que parece. Los pueden desencadenar muchos factores, entre ellos, el estrés, la cultura, la biología, los hábitos familiares y la presión social para ser delgadas. Los más frecuentes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, y el trastorno por atracón. Veámoslos ahora en un poco más de detalle:
La Anorexia Nerviosa.
Los que la padecen desarrollan un temor anormal a subir de peso, y se ven a sí mismos gordos, aunque estén peligrosamente delgados. Controlar lo que comen se convierte en una obsesión y sus comidas se limitan a cantidades mínimas de algunos alimentos “que no engordan”. Con frecuencia hacen ejercicios compulsivamente y hasta toman píldoras de dieta. Pero a veces se dan atracones, seguidos siempre de una dieta extrema, vómitos inducidos y abuso de laxantes y diuréticos. También pueden sentir depresión, ansiedad e ideas de suicidio.
Síntomas que la caracterizan:
Adelgazamiento extremo, que a veces tratan de ocultar con ropas muy holgadas.
Miedo a subir de peso.
Imagen corporal distorsionada (se ven siempre gordos) y autoestima baja.
Desórdenes en la menstruación o ausencia de ella en las mujeres.
Alimentación sumamente restringida.
Renuencia a mantener un peso normal y saludable.
A medida que la enfermedad progresa, aparecen otros síntomas que pueden incluir: pérdida de masa ósea ( de hueso), piel reseca y cetrina, cabello y uñas quebradizos, estreñimiento, presión arterial baja, pulso lento, daño cerebral, anemia, problemas cardíacos, crecimiento de vello en el cuerpo, gran sensibilidad al frío, cansancio perenne, debilidad muscular e infertilidad.
La Bulimia Nerviosa.
Se caracteriza por ciclos frecuentes e incontrolables: el persona enferma ingiere grandes cantidades de comida, y después compensa con vómitos forzados, abuso de laxantes, ejercicios excesivos o ayunos (a veces una combinación de todo). Estos ciclos pueden repetirse varias veces a la semana, y en ocasiones varias veces al día.
Igual que la anorexia, la persona afectada siente un miedo enfermizo a engordar, quiere bajar de peso a toda costa (aunque no lo necesite) y tiene una imagen distorsionada de su cuerpo. En su afán de bajar de peso, a veces abusa de las píldoras de dieta. A diferencia de la anorexia, la persona no es extremadamente delgada. Su peso es normal, y a veces hasta tiene un poco de sobrepeso.
Su conducta es secreta, ya que parte del problema es un sentimiento de vergüenza y enojo o rabia contra sí misma, lo que la hace renuente a admitir su problema. Pero la bulimia no es una sentencia de muerte: el tratamiento correcto puede detener el ciclo.
Síntomas que la caracterizan.
Depresión, ansiedad e irritabilidad.
Alejamiento de familiares y amigos.
Inflamación e irritación crónicas de la garganta.
Caries dentales y dientes muy sensibles y con el esmalte gastado, debido a la exposición constante al jugo gástrico por los vómitos.
Reflujo gastroesofágico (acidez).
Estreñimiento, y dolor e irritación intestinal.
Menstruación irregular.
Deshidratación por la pérdida de líquidos provocada por los vómitos y los laxantes.
Niveles muy bajos o muy altos de sodio, calcio, potasio y otros minerales, que pueden dar lugar a ataques cardíacos.
El Trastorno por Atracón.
Es el más común de los desórdenes alimentarios, y puede ocurrir a causa de: estrés, ansiedad, depresión o simple aburrimiento. La persona pierde el control sobre su alimentación, y come compulsivamente, a veces sin hambre. A diferencia de la bulimia, no recurre a vómitos, purgas, ejercicios o ayunos, y como consecuencia tiene sobrepeso o es obesa. Debido a eso, tiene más riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares e hipertensión. Suele experimentar sentimientos de culpa, vergüenza y angustia, que la lleva a más atracones.
¿Cuál es el tratamiento?
Los desórdenes alimenticios o alimentarios son enfermedades serias, que requieren tratamiento médico tanto físico como mental, ya que sus causas son una interacción compleja de factores genéticos, biológicos, de conducta, psicológicos y sociales. Si notas que tus hábitos de alimentación afectan tu vida, tu salud, tu bienestar o tu capacidad para concentrarte, busca ayuda médica sin demora. Por lo regular, el tratamiento más efectivo es combinar psicoterapia (incluyendo a menudo la terapia de familia) con medicamentos y atención profesional a tus necesidades nutricionales.
Importante: ¡adquiere una imagen positiva de ti mismo(a)!
Sin descuidar la atención médica esencial si padeces de un desorden alimenticio, ayuda a combatirlo elevando tu autoestima. En vez de criticar tu cuerpo, procura pensar en las cosas buenas que puedes hace para ti (caminar, correr, bailar, respirar, dormir, reír…), y haz una lista de las cualidades que te gustan de ti mismo(a) que no están relacionadas con tu peso.
Busca ropa que te quede bien, y que realce tus puntos fuertes y minimice los débiles.
Sobre todo, aprende a quererte y a mimar tu cuerpo.
Si te aceptas como eres, actúas con seguridad y eres receptivo(a) a nuevas ideas, te sentirás satisfecho(a) contigo mismo(a).
¡Y eso también es un arma contra los desórdenes alimenticios!
Unos 25 millones de personas de todas las edades y géneros sufren (en Estados Unidos), algún tipo de trastorno alimenticio.
Solamente 1 de cada 10 hombres y mujeres que los padecen reciben tratamiento en un lugar especializado en atender este tipo de condiciones.
Alrededor del 50% de las personas afectadas también sufre de depresión.
La tasa de mortalidad entre las personas con trastornos alimenticios es mayor que la de cualquier otra enfermedad mental.
La anorexia nerviosa es la tercera enfermedad crónica más común entre las adolescentes.
Los hombres son más propensos a no buscar tratamiento para los trastornos alimenticios por la percepción errónea de que se trata de “enfermedades de las mujeres”.
Las atletas femeninas en deportes en los que la estética juega un papel importante (gimnasia y patinaje artístico, por ejemplo) así como las bailarinas de ballet, se encuentran entre los grupos de mayor riesgo de sufrir trastornos alimenticios.
Al comparar los perfiles psicológicos de este tipo de atleta con los de personas con anorexia nerviosa se encuentran estas características en común: perfeccionismo, grandes expectativas y exigencias de sí mismos(as), competitividad, hiperactividad, tendencia a la depresión, tendencia a caer en rutinas repetitivas, distorsión de la imagen corporal, preocupación excesiva con la dieta y el peso, entre otros.
Como te habrás dado cuenta, este tipo de trastorno está más difundido de lo que parece. Los pueden desencadenar muchos factores, entre ellos, el estrés, la cultura, la biología, los hábitos familiares y la presión social para ser delgadas. Los más frecuentes son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, y el trastorno por atracón. Veámoslos ahora en un poco más de detalle:
La Anorexia Nerviosa.
Los que la padecen desarrollan un temor anormal a subir de peso, y se ven a sí mismos gordos, aunque estén peligrosamente delgados. Controlar lo que comen se convierte en una obsesión y sus comidas se limitan a cantidades mínimas de algunos alimentos “que no engordan”. Con frecuencia hacen ejercicios compulsivamente y hasta toman píldoras de dieta. Pero a veces se dan atracones, seguidos siempre de una dieta extrema, vómitos inducidos y abuso de laxantes y diuréticos. También pueden sentir depresión, ansiedad e ideas de suicidio.
Síntomas que la caracterizan:
Adelgazamiento extremo, que a veces tratan de ocultar con ropas muy holgadas.
Miedo a subir de peso.
Imagen corporal distorsionada (se ven siempre gordos) y autoestima baja.
Desórdenes en la menstruación o ausencia de ella en las mujeres.
Alimentación sumamente restringida.
Renuencia a mantener un peso normal y saludable.
A medida que la enfermedad progresa, aparecen otros síntomas que pueden incluir: pérdida de masa ósea ( de hueso), piel reseca y cetrina, cabello y uñas quebradizos, estreñimiento, presión arterial baja, pulso lento, daño cerebral, anemia, problemas cardíacos, crecimiento de vello en el cuerpo, gran sensibilidad al frío, cansancio perenne, debilidad muscular e infertilidad.
La Bulimia Nerviosa.
Se caracteriza por ciclos frecuentes e incontrolables: el persona enferma ingiere grandes cantidades de comida, y después compensa con vómitos forzados, abuso de laxantes, ejercicios excesivos o ayunos (a veces una combinación de todo). Estos ciclos pueden repetirse varias veces a la semana, y en ocasiones varias veces al día.
Igual que la anorexia, la persona afectada siente un miedo enfermizo a engordar, quiere bajar de peso a toda costa (aunque no lo necesite) y tiene una imagen distorsionada de su cuerpo. En su afán de bajar de peso, a veces abusa de las píldoras de dieta. A diferencia de la anorexia, la persona no es extremadamente delgada. Su peso es normal, y a veces hasta tiene un poco de sobrepeso.
Su conducta es secreta, ya que parte del problema es un sentimiento de vergüenza y enojo o rabia contra sí misma, lo que la hace renuente a admitir su problema. Pero la bulimia no es una sentencia de muerte: el tratamiento correcto puede detener el ciclo.
Síntomas que la caracterizan.
Depresión, ansiedad e irritabilidad.
Alejamiento de familiares y amigos.
Inflamación e irritación crónicas de la garganta.
Caries dentales y dientes muy sensibles y con el esmalte gastado, debido a la exposición constante al jugo gástrico por los vómitos.
Reflujo gastroesofágico (acidez).
Estreñimiento, y dolor e irritación intestinal.
Menstruación irregular.
Deshidratación por la pérdida de líquidos provocada por los vómitos y los laxantes.
Niveles muy bajos o muy altos de sodio, calcio, potasio y otros minerales, que pueden dar lugar a ataques cardíacos.
El Trastorno por Atracón.
Es el más común de los desórdenes alimentarios, y puede ocurrir a causa de: estrés, ansiedad, depresión o simple aburrimiento. La persona pierde el control sobre su alimentación, y come compulsivamente, a veces sin hambre. A diferencia de la bulimia, no recurre a vómitos, purgas, ejercicios o ayunos, y como consecuencia tiene sobrepeso o es obesa. Debido a eso, tiene más riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares e hipertensión. Suele experimentar sentimientos de culpa, vergüenza y angustia, que la lleva a más atracones.
¿Cuál es el tratamiento?
Los desórdenes alimenticios o alimentarios son enfermedades serias, que requieren tratamiento médico tanto físico como mental, ya que sus causas son una interacción compleja de factores genéticos, biológicos, de conducta, psicológicos y sociales. Si notas que tus hábitos de alimentación afectan tu vida, tu salud, tu bienestar o tu capacidad para concentrarte, busca ayuda médica sin demora. Por lo regular, el tratamiento más efectivo es combinar psicoterapia (incluyendo a menudo la terapia de familia) con medicamentos y atención profesional a tus necesidades nutricionales.
Importante: ¡adquiere una imagen positiva de ti mismo(a)!
Sin descuidar la atención médica esencial si padeces de un desorden alimenticio, ayuda a combatirlo elevando tu autoestima. En vez de criticar tu cuerpo, procura pensar en las cosas buenas que puedes hace para ti (caminar, correr, bailar, respirar, dormir, reír…), y haz una lista de las cualidades que te gustan de ti mismo(a) que no están relacionadas con tu peso.
Busca ropa que te quede bien, y que realce tus puntos fuertes y minimice los débiles.
Sobre todo, aprende a quererte y a mimar tu cuerpo.
Si te aceptas como eres, actúas con seguridad y eres receptivo(a) a nuevas ideas, te sentirás satisfecho(a) contigo mismo(a).
¡Y eso también es un arma contra los desórdenes alimenticios!
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